NOTA Y FOTOS/ Jorgelina Perez
La murga Arrebatando Lágrimas armó su carnaval para festejar sus 22 años de historia en la ciudad y pudo hacerlo rodeada del público en el barrio Hipólito Yrigoyen. Fue la situación sanitaria la que atrasó el festejo que debía desarrollarse en el mes de agosto y lo trasladó a esta altura del año, bajo la premisa “La cura es el carnaval”.
Esta vez el escenario no se montó en la calle como en cada carnaval de febrero, sino que se ubicó en el predio que alguna vez verá levantar las paredes de la Casa Murga, entre el Centro de Educación Complementaria 802, que los contiene hace mucho tiempo y el Territorial 4. Ese hueco que les pertenece y que en los carnavales de Arrebatando se usa para poner el momo, fue el lugar elegido para la fiesta popular.
La gente llegó de apoco, algunes con reposeras, otres no y directamente se sentaron en el piso y en la vereda de cemento del Territorial. Espontáneamente se formó un medio círculo frente al escenario que fue adornado por banderines rojos, azules, amarillos y verdes que responden a la identidad de la agrupación. Delante de éste se dejó un hueco, porque es bien sabido por quienes asisten al carnaval que la murga lo va a utilizar en su performance.
En la primera parte del festejo participó la cuerda de candombe Laten las Lonjas, después fue todo de Arrebatando Lágrimas. Con su estética tradicional, sus atuendos, su estandarte, sus banderas, su compromiso social y su construcción en base a derechos, desplegaron todo su brillo y su coherencia.
Hubo tiempo para homenajear al tango, para canciones, para el compromiso con la Memoria y para ello se invitó a Carmelo Vinci a danzar. Hubo “matanzas murgueras” que son ese baile en donde saltan, primero de los y las peques, que por otra parte son el semillero, del futuro de Arrebatando, luego de los y las históricos/as, del resto de la agrupación los que estaban sin chaqueta y los que durante los 22 años alguna vez fueron parte. También hubo un espacio para integrantes de las “murgas hermanas” Comodines de Febrero y Bancate la Pelusa, y fue maravilloso lo que paso, cuando se les convocó a participar.
Saltaron de repente un montón de personas al centro del predio y empezaron a danzar, mientras desde el escenario coristas y percusionistas alentaron con canciones y en sonido de bombos y platillos. Y todo fue fiesta y se percibió en los rostros maquillados con purpurina y los que no.
La murga Arrebatando Lágrimas es la impulsora del género en Olavarría. Desde 1999 cuando irrumpió en la ciudad del cemento desde los parques con la premisa de que tenía que volver el carnaval. Arrebatando llegó con su colorido, su impronta comprometida, cuestionadora del poder en cada espectáculo y con el arte como herramienta política y social.
La murga y la pandemia
A lo largo de la noche recordaron lo duro que fue el sostén del grupo. Se volcaron a bancar a compañeros/as, se abocaron al trabajo comunitario. El momento emotivo fue la matanza colectiva y la dedicatoria a la familia Sánchez y el recuerdo a Gabriela, colaboradora de la murga quien falleció durante la pandemia. También se recordó al artista “Bachola” Saavedra; y al ” Colo” Arramón.
En una entrevista previa al festejo Ariel Rodríguez había señalado a este medio que sobrevivieron la pandemia “por mucho amor”.
“Nos puso en crisis total con el género, porque todo lo que existía y en todas las políticas que se implementaron no entraba la murga como hecho colectivo”, había dicho Ariel Rodríguez tiempo atrás.
Durante la pandemia la murga continuó con actividades virtuales y con pequeñas intervenciones cuando las posibilidades y condiciones lo permitieron.
La retirada
La murga se fue del predio para retomar la calle Rufino Fal cantando con el sonido de los platillos de fondo. Una vez allí y con el público que se quedó hasta el final en la vereda, se ubicaron como en los ensayos en el medio de la calle para danza. “Vamos que es la última” se le escuchó decir a Ariel Rodríguez y todo fue danza detrás del estandarte y las banderas whipala y la del arco iris de la diversidad.